En cada ciclo del mercado cripto, algunos nombres clásicos vuelven a encabezar con regularidad la lista de mayores subidas.
XRP, XLM, ADA — proyectos que muchas comunidades cripto denominan “obsoletos” reaparecen en cada nuevo mercado alcista.
No son blockchains nuevas, ni tecnologías innovadoras, ni las narrativas de moda que hoy acaparan titulares. Tampoco cuentan con ecosistemas imponentes ni presentan mejoras técnicas revolucionarias. Sin embargo, en puntos decisivos de cada ciclo alcista,
consiguen nadar a contracorriente, recuperar la atención de la comunidad e, incluso, en casos como XRP, batir máximos históricos.
No hablamos solo de la “inercia especulativa” típica: es como si el sector cripto tuviese su propio universo paralelo, oculto a simple vista.
En esa realidad alternativa, XRP representa el futuro de los pagos internacionales, XLM es la esperanza de los micropagos globales y ADA encarna el nuevo modelo de gobernanza en contratos inteligentes.
Las monedas veteranas nunca desaparecen; su capacidad de resistencia lo dice todo.
Si el mercado de criptomonedas es un escenario plagado de relatos cambiantes e innovación constante, el hábitat natural de las monedas históricas está detrás del telón—en un mundo paralelo al de las grandes comunidades cripto.
Estamos habituados a debatir los relatos de moda o los proyectos más recientes en Twitter, Discord, Telegram o WeChat. Atendemos a los focos que giran entre Ethereum, Solana o las últimas memecoins.
Sin embargo, rara vez percibimos que estos llamados “tokens clásicos” cuentan con grandes comunidades estables ajenas a nuestros círculos habituales.
XRP, XLM, ADA, HBAR: sus usuarios ni participan en Crypto Twitter ni buscan el respaldo de influencers.
Se informan por sus propios canales, confían en sus redes y valoran con sus propios criterios. Apenas prestan atención a lo que marca tendencia en el sector.
La comunidad de XRP se mueve en WhatsApp y LINE en Japón y Latinoamérica, y en grupos de Facebook en Estados Unidos.
La mayoría de estos usuarios no se interesa por tecnicismos del blockchain ni sigue la actualidad del sector. Manejan sin dificultad el discurso de pagos internacionales de XRP, confían en las alianzas bancarias de Ripple y ven XRP como un “activo a largo plazo para la innovación financiera”.
Ni demandas de la SEC ni la tónica negativa de mercado logran debilitar sus convicciones.
La base de Stellar (XLM) es muy similar.
En muchos países en desarrollo, Stellar ha formado una comunidad real gracias a su colaboración con proveedores financieros locales. Muchos de sus usuarios desconocen conceptos como staking o DeFi—o el propio ecosistema blockchain—pero para ellos, Stellar es una marca líder y un activo de confianza.
Cardano (ADA) va aún más allá y cuenta con verdaderos seguidores de culto.
En Japón, África, Europa del Este y zonas anglófonas, los programas educativos, proyectos de gobernanza e iniciativas comunitarias de Cardano han asentado una sólida base de inversores a largo plazo. Incluso en China hay una comunidad de primer nivel liderada por ingenieros expertos en internet.
Sus miembros mantienen una actividad constante en Reddit, Telegram y foros locales. Conocen a fondo la hoja de ruta técnica de Cardano y las intervenciones de Charles Hoskinson. Pese a la lentitud del desarrollo del ecosistema o a las críticas externas, su fidelidad no flaquea.
Para muchos ajenos a estos círculos, sus convicciones pueden parecer poco realistas, pero son la razón de fondo por la que siguen manteniendo sus tokens.
Juntas, estas comunidades constituyen un ecosistema que discurre en paralelo al universo cripto dominante.
Como recordaba el analista de Messari, Sam, en X, los usuarios de Crypto Twitter suelen menospreciar estas “monedas veteranas” por considerarlas anticuadas frente a las tecnologías on-chain de última generación. Aunque esta percepción no sea del todo errónea, el inversor minorista medio no comprende la tecnología cripto moderna y compra lo que conoce: XRP, ADA, XLM, DOGE.
Las monedas clásicas no persisten gracias al hype ni a los discursos del momento. Sus patrones de uso recuerdan más a la Web2: lealtad de marca, hábitos, vínculos emocionales y conductas psicológicas muy arraigadas.
Su éxito no se basa en el foco mediático, sino en esos “espacios poco visibles” que raramente observa la criptoesfera general.
Por eso, los exchanges dudan en eliminar de sus listados tokens como XRP, XLM o ADA.
Su volumen negociado, base de usuarios, profundidad de mercado y función defensiva son pilares fundamentales para cualquier exchange de referencia.
Aunque no presenten innovaciones técnicas disruptivas, las monedas clásicas siguen entre los activos más negociados tanto al contado como en margen y futuros perpetuos.
Constituyen la base del mercado, son favoritas entre los inversores pasivos e incluso los especuladores las perciben como activos familiares: cuando el mercado revive, la liquidez vuelve a ellas.
Además de sus comunidades, estos proyectos ejercen una influencia económica y política mucho mayor de lo que se suele pensar.
La solidez de estos proyectos “en teoría obsoletos” no se explica solo por la fidelidad de sus usuarios; han asegurado posiciones firmes en las finanzas tradicionales y en la elaboración de políticas públicas.
Por ejemplo, XRP: Ripple es mucho más que una empresa tecnológica. Es un actor consolidado, profundamente implicado en la escena financiera mundial y en la agenda regulatoria.
Los fundadores y altos directivos de Ripple participan habitualmente en foros internacionales de pagos, comparecencias ante el Congreso de Estados Unidos y cumbres fintech, y mantienen vínculos de alto nivel en Washington.
En enero de 2025, el CEO de Ripple, Brad Garlinghouse, acudió a una cena con Trump en Mar-a-Lago (Florida) y publicó una imagen con el mensaje: “¡Gran arranque para 2025!”
El 19 de julio, el presidente Trump firmó la Genius Act en la Casa Blanca. El Director Jurídico de Ripple, Stuart Alderoty, fue uno de los escasos representantes del sector cripto presentes en el acto.
Durante los procesos judiciales con la SEC, Ripple no solo resistió, sino que logró un desenlace favorable, reforzando su legitimidad política en el debate sobre activos digitales regulados.
Ripple lleva años asociándose con cientos de bancos e instituciones financieras internacionales—Santander, PNC, Standard Chartered, SBI Holdings, entre otros—y esta red global es la principal garantía de credibilidad de XRP.
Cardano impulsa proyectos de educación blockchain e identidad digital en países como Etiopía y Ruanda, totalmente alineado con las políticas y planes de gobierno locales.
El consejo de gobierno de Hedera está formado por referentes como Boeing, Google, IBM y Deloitte, y ha sido parte activa del debate estadounidense sobre activos digitales y registros distribuidos. Entre sus miembros figura Brian Brooks, antiguo jefe de la Oficina del Interventor de la Moneda y estrecho colaborador del actual presidente de la SEC, Paul Atkins.
Estas organizaciones ya van mucho más allá del sector cripto: modelan el entorno normativo, político y empresarial, influyen en las políticas públicas, negocian los marcos regulatorios y se apoyan en sus contactos políticos y financieros para mantener posiciones estratégicas.
Por eso, quienes las critican solo desde la óptica tecnológica o narrativa suelen pasar por alto las barreras profundas—apoyadas en capital y poder político—que sostienen la vigencia de las monedas históricas.
En este contexto, estos tokens no están a la zaga; aplican una estrategia centrada en la resiliencia y la estabilidad. Su ventaja auténtica es la escala empresarial, las alianzas comerciales y la protección política.
Así, cuando se observa a XRP, XLM, ADA o HBAR en lo más alto del ranking, no debe atribuirse únicamente a la tecnología o a la narrativa.
No necesitan validación: solo necesitan resistir.
A veces, sobrevivir el tiempo suficiente es la mejor baza competitiva.