La riqueza no se crea de la nada, solo se transfiere.
Este es un fenómeno esencial. Cada centavo ganado en el mercado secundario es limpio, es solo una apuesta.
Hacer ofertas para cosechar cebollinos es como comer fichas manchadas de sangre.
Siempre hay quienes necesitan culpar a un individuo específico por sus pérdidas en el mercado, cuando en realidad, la verdadera culpa recae en uno mismo, que sigue apostando y no puede detenerse, cayendo cada vez más en la trampa.
Las personas que no tienen la capacidad de autoevaluarse definitivamente no podrán realizar transacciones.
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